05 mayo 2011

El suelo de las hojas suicidas

Que abro, abro, abro y cierro, cierro y cierro.
Que pierdo el control, que estoy ciega. Que no veo. Nada. Respiro. Veo.
Como en una nebulosa, flotando en las encrucijadas del cerebro.
Trago el humo, siento el recorrido del veneno que alivia por el cuerpo.
Salgo a la vida, después de ese último cigarro.
Pienso en las hojas secas, en como suenan cuando las botas tocan su cuerpo. Como se parten en pedazos. Como mi simple presencia cambio el futuro de esa vida, ya muerta. Cicatrices son las que nunca tendrá, porque ya estaba muerta cuando mi peso se apoyo sobre ella.
Me pregunto si podrá recomponerse de tremendo atrevimiento de mi parte. Verla nuevamente ahí. Posada en el árbol que fríamente la sacudirá nuevamente a ese mismo lugar. Sobre el mismo suelo y con un destino ya anunciado.
Son cosas que no puedo saber, desde mi simple existencia, pero esa hoja estaba destinada a ser destruida, y yo a ser la victimaria.
-Perdón, no estaba mirando. Simplemente no podía evitarte, estabas ahí, tan abajo. Tan placida sobre la vereda. Con una entrega completa, como necesitando ser, por ya no ser más. Mis intenciones no eran estas, era inevitable tu necesidad de mí. Aunque no niego el placer del sonido, que cruje instantáneamente, que el cuerpo vibro imperceptiblemente. Perdón, por no saber de vos, por no preguntar si te quedaba algún suspiro.
Seguí caminando, destruyendo miles de hojas, pero solo esa, desgarrada, logró una sensación. Respiro y veo.    Te veo, en el recuerdo. Prendo un cigarro, trago el humo. Desoxigenada vuelvo a caminar. Destruyendo recuerdos con cada pisada al suelo de las hojas suicidas.

No hay comentarios.: