12 septiembre 2008

¿y dónde está mi musa?

Que difícil será escribir de ahora en adelante si no está la musa inspiradora de todas mis fábulas y verosímiles.
Intentar relatar cuando no hay historia que contar y aunque la haya ya no empuja a escribir algo realmente bueno como para luego releerla y decir: "Esto es casi bueno".
Antes era parcialmente distinto, porque eran otras épocas o porque vivíamos en una realidad de burbujas. Pero era distinto, cualquier cosa nueva era el pie para algo mejor.
Algo que queríamos que sucediera, cueste lo que cueste, pero en la cabeza. En la realidad no encajaba. Nunca encajó.
Las musas flotaban en la cabeza, viajaban de un lado al otro. Acunaban y se asentaban en el inconsciente para después despertar y contar el sueño como algo que podía suceder. Pero en la cabeza, porque en la realidad nunca iba a encajar... (lo repetiría mil veces)
Cuando la inocencia veía que la realidad no era lo único que teníamos y que escapar nos alegraba el corazón aunque sea una noche.
Porque más allá del bien y del mal las musas estaban y nadie las podía abandonar.
Ahora, con lo años, todas esas historias ya no tienen sentido aunque sigue siendo hermoso e indispensable (e inalcanzable) volar hacia allá algunas veces.
La razón, las responsabilidades, las pocas horas de sueño y las frustraciones terminan acribillando cualquier sombra de fantasía.
(Y talvez te amaba más como una musa, y por eso no accedí a los cortejos poco directos y a las sonrisas temerosas desde lejos -por eso el cambio a la primera persona)
Y aunque ahora estas palabras vacuas retumben en la hoja, antes hubieran sido perfectas para mantener a mi musa más cerca, aún si fuese por minutos, hubiera desecho todo lo dicho y escribir desde lo hecho. Sea para bien o para mal.