19 abril 2009

Historia de un Momento

Yo. Y la sombra.
Los espacios. Y los limites.
El equilibrio sobre el suelo, que no es suelo, es solo asfalto.
La sangre que empuja por mecánica.
Tranquila.
Con miedo a los vicios, al tiempo y a los sueños. Sin más cenizas en ceniceros y humo en las chimeneas.
Tranquila.
Todo como tiene que ser. Paz.
Pero...
ni el agua más fría...
... ni el golpe más fuerte...
...ni el sueño más mundano
... ni el beso más perfecto.
Nada provoca más que el pasado instalado en el presente...
que las preguntas que calientan la sangre y luego la congelan. Las palabras que cortan la piel.

Tus ojos de lejos y pupilas que no dilatan. Duramente intimidan a esta pobre unión de partes que ni siquiera forman un Todo. Y yo encerrada, desesperada.

Como sonreír ahora si no me sale.
No me sale ser Única y Total. Me sale la vulnerabilidad de las manos, de las uñas que lastiman las palmas.
De saber que estoy a medio minuto de que pestañees y retomes el camino.


De pegarte y reirme.
Que te rías y te perdone, sin disculparme.
De que me liberes al azar.
De esperar en la próxima estación.
Y odiarte por eso.
Por dejarme sola. Sin un mínimo de oportunidad. Ni un riesgo que correr.
Solo no pestañees.
Para imaginar que seguimos jugando un rato más. Para sacarte una sonrisa más y sentirme adentro de tuyo.
Solo no dejes de mirar.
Aunque sea un segundo más.
Para que no te olvides de que tenemos algo en común.
Un momento.